(Trabajo leído en el séptimo coloquio nacional: "Las diferentes miradas para entender a la persona" en la Escuela Libre de Psicología. 30 de Octubre del 2012)
Entre tantas ideas erróneas y malas
comprensiones del psicoanálisis, quizás la más grave de todas es pensar que el
psicoanálisis es un sistema teórico-terapéutico
coherente y homogéneo. No existe el psicoanálisis, existen los psicoanálisis, y es por eso que
cuando alguien me dice una afirmación del tipo “El psicoanálisis dice que todos
los sueños son realizaciones de deseos” yo pregunto: ¿Cuál psicoanálisis? ¿El
de Freud? ¿El de Klein? ¿El de Lacan? ¿El de Hartmann? Sería maravilloso tener
una integración de las teorías psicoanalíticas en un solo paradigma.
Lamentablemente eso es imposible. No porque las teorías se contradigan entre
sí, sino porque cada escuela se ha fundado a partir de las necesidades de
pacientes en diferentes contextos y momentos históricos. Mis pacientes no son
los pacientes de Freud y eso debo tenerlo en cuenta constantemente. Creo
firmemente que nosotros no elegimos nuestro modelo terapéutico; lo eligen
nuestros pacientes y sus necesidades afectivas.
Sería imposible para mí exponer en estos
escasos minutos incluso una mínima reseña de cada escuela psicoanalítica, es
por eso que me limitaré a hablar únicamente de aquella que teóricamente me ha
otorgado una mayor comprensión de mis pacientes y que terapéuticamente me ha
ayudado a acompañarlos de manera más eficaz. Se trata de la escuela de
relaciones objetales y más específicamente del psicoanálisis de Donald
Winnicott.
A diferencia del modelo de Freud, de Klein
ó de Lacan, la teoría de Winnicott es una teoría de la salud y no de la
enfermedad. Winnicott intentaba encontrar, incluso en los casos más graves, un
punto luminoso dentro de los violentos cuadros patológicos de sus pacientes.
Esto es, desde luego, mucho más difícil que enfocarse en los síntomas y
formaciones de compromiso que saltan a la vista del clínico. Quizás me he
identificado con el pensamiento de Winnicott porque mis pacientes son más parecidos a los suyos
que a los de cualquier otro teórico que haya estudiado; personas con fuertes
carencias emocionales cuyo padecimiento no se funda en el conflicto sino en la
falta. Y con esto me refiero a una falta muy temprana, a un fracaso en la
adaptación de la madre a las necesidades del bebé cuando éste se encontraba en
un estado de dependencia absoluta.
Para Winnicott, todo ser humano trae
consigo la semilla de la salud y la creatividad. ¿Y qué necesita una semilla
para brotar en un fruto nutritivo? Necesita una buena provisión ambiental. Los
padres no provocan la salud en sus hijos. Su labor es únicamente la de proveer
un ambiente suficientemente bueno que permita al niño desarrollarse sanamente.
Con respecto esto, Winnicott dijo: “Ni siquiera podemos enseñarles a caminar,
pero su tendencia innata a caminar, nos necesita, a cierta edad, como figuras
de apoyo”. Ninguna madre puede ser perfecta, eso es un hecho; la adaptación
total a las necesidades del bebé resulta físicamente imposible. Por eso,
Winnicott llamó “madre suficientemente buena” a aquella que logra hacer una
adecuada conexión con los procesos, primero biológicos y luego emocionales de
su hijo. Observen cómo existen madres que sin siquiera pensarlo le quitan el
suetercito a su bebé y éste deja de llorar. En esta relación, la frase “el bebé
tiene calor” no pasa por el pensamiento de la madre. Se trata de una devoción
emocional.
Pero esto no siempre ocurre así. Cuando
los fracasos ambientales son abruptos y constantes, el bebé difícilmente podrá
experimentar una continuidad en su existencia (continuidad dada por los
cuidados maternos). Pienso en los casos en que una madre está deprimida,
psicótica o es sumamente narcisista. Al experimentar estas fallas, el bebé se
verá obligado a adaptarse a las necesidades de mamá, cuando debería ser al
revés. Winnicott jamás definió la salud como ausencia de enfermedad, prefería definirla
en términos positivos y no negativos. La salud implica sentirse vivo, sentirse
real, experimentar los propios instintos y vivencias en el propio cuerpo. ¿Qué
posibilidades de sentirse vivo tiene un niño que se experimenta a través de su
madre? Noten como hay niños pequeños (y en ocasiones, adultos) que deben
voltear a ver la reacción de su madre para saber cómo han de reaccionar ante
una vivencia personal. Pienso en el niño que cae del árbol desconcertado y
únicamente llora cuando su madre lo hace dramáticamente.
Ya en psicoterapia, el modelo de Winnicott
se basa en las herramientas que nos otorga el encuadre del psicoanálisis
clásico y que fomentan la regresión del paciente. Cuando el paciente con fallas
importantes en su desarrollo emocional, se siente en un ambiente de confianza
en donde el analista está en contacto con sus necesidades y establece una
relación vincular empática, tenderá a regresionarse al estado primitivo de
dependencia absoluta. Así como dependió de la madre, dependerá ahora del
analista. Este movimiento es necesario; no puede haber una independencia
relativa si antes no hubo una dependencia absoluta; no puede haber separación
si antes no hubo unión. Ahora el analista habrá de adaptarse a las necesidades
emocionales del paciente y esto implica salir algunas veces de los estándares
del psicoanálisis clásico. Para esto me gusta tener en mente que el
psicoanálisis es secundario; lo primero es la salud de mi paciente. Y así como
una madre no puede ser perfecta, el analista tampoco; eventualmente fracasará
en su tarea de adaptación y eso nos dará una herramienta invaluable. Ahora el
paciente adulto podrá sentir y expresar la rabia de ese fracaso como no pudo
hacerlo cuando era un bebé. La separación se dará paulatinamente.
Ahora, el espacio del análisis es muy
importante. Winnicott se preguntaba “¿En dónde está un niño cuando juega?”.
Definitivamente no está en la realidad ya que en el juego del niño, una caja
bien puede ser una casa o una nave espacial. Tampoco está sumergido en su mundo
interno; esto implicaría que se trata de un niño autista ó esquizoide. Winnicott
propone la idea del “espacio intermedio” ó “espacio transicional”; un espacio
que es al mismo tiempo físico y psíquico en donde la realidad externa y la
interna se contraponen. Es el lugar de la creatividad y de las actividades
culturales, en donde las cosas son y al mismo tiempo no son. Es un lugar
permeable puesto que un niño fácilmente puede entrar en el juego del otro y
ampliar el espacio.
Para Winnicott el análisis es un juego que
se juega entre dos; el analista y el paciente que juegan a conocer a uno de
ellos. En la transferencia el analista es
y no es la madre y eso es lo que nos permite entender y contactarnos con
las necesidades más primitivas de nuestros pacientes, sus fallas y sus
conflictos. El análisis es un espacio transicional y creativo que funciona como
lo hace un osito de peluche en la infancia; ayuda a pasar de una etapa a otra
para después ser abandonado, habiendo introyectado sus funciones y lo que
representa.
Bibliografía recomendada:
- Winnicott, D.W. (1954) Meta-psychological aspectes of regression in the psycho-analytic setting. En Trough Paediatrics to Psycho-analysis.
- Winnicott, D.W. (1971) Transitional objects and transitional phenomena. En Playing and Reality
- Winnicott, D.W. (1986) El gesto espontáneo. Paidós
- Winnicott, D.W. (1956) Clinical variations of transference. En Trough Paediatrics to Psycho-analysis.
- Winnicott, D.W. La distorsión el yo en términos de falso y verdadero Self. En Los procesos de maduración y el ambiente facilitador. Paidós
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